lunes, 22 de junio de 2015

REPORTAJE A JULIO GOYÉN AGUADO

Como ya es costumbre, seguimos recordando a una de las personas que inspiraron el motivo de nuestro blog: Julio Goyén Aguado, este admirable espeleólogo, y explorador de abismos insondables. Una entrevista publicada en la revista La Nación, el 25 de Agosto de 1996 por el periodista Jorge Palomar. Como también ya es costumbre agradecemos a Javier Stagnaro, amigo y colaborador de Goyén Aguado, por facilitarnos este material de su incomparable archivo.

Julio Goyén Aguado
La palabra suena difícil: espeleología. Pero para Julio Goyén Aguado es la puerta de entrada a un mundo fascinante y verdaderamente primitivo: el que vive en las grutas y cavernas, en las  entrañas de la tierra
Son muy pocos los hombres en nuestro país que aceptan con orgulloso pacer ser llamados cavernícolas. En la práctica lo son aunque la ciencia se haya encargado de distinguirlos con más propiedad: espeleólogos. La palabra proviene del griego, spelaion (caverna) y logo (estudio).
  En la Argentina, no son más de de veinte los espeleólogos profesionales que suelen husmear el interior de esa especie de burbujas  subterráneas con la misma naturalidad que uno camina por el jardín de su casa.
 Exploradores natos, “la mayoría de ellos han incorporado a su título de geólogo, biólogo, cartógrafo o antropólogo esta actividad que nació como un hobby en mi adolescencia", cuenta Julio Goyén Aguado,  fundador, en 1970, del Centro Argentino de Espeleología. El auge de esta nueva forma de investigación abrió caminos: hoy funcionan más de quince instituciones en todo el país dedicadas al estudio de las cavernas. "Mi primer acercamiento a las cavernas se lo debo a Julio Verne. Era muy pibe cuando leí Viaje al centro de la Tierra y a partir de esa lectura es como si hubiera explotado en mí una gran obsesión. Seguí leyendo otros libros, me pasaba horas y horas en las bibliotecas. A los veinte años, me compré un Dodge 47 todo destartalado y así empecé. Fui a Córdoba, a Mendoza, a La Pampa, a veces solo, a veces con mi hermano, a veces con algunos amigos. Había encontrado mi profesión." En 1995, el Concejo Deliberante lo distinguió con el titulo de Ciudadano Ilustre. Antes de eso, había acumulado una infinidad de viajes por el interior y por todo el continente. El turismo, además, tiene mucho que agradecerle: fue el primero en explorar la caverna de Las Brujas, en Mendoza, que luego se convertiría en uno de los puntos de atracción más visitado por los argentinos. "Me metí en esa caverna ochenta y cuatro veces, y en cada viaje siempre descubría algo", aclara.
Por esas cosas de las pasiones paralelas, en 1975 Goyén Aguado se relacionó con el astronauta Neil Armstrong, acaso también el más famoso de los espeleólogos. Así, el primer cavernícola argentino y el primer lunático del mundo -si se aceptan las licencias- se hicieron grandes amigos. "La última expedición que hicimos juntos fue a la caverna de Los Tayos, un lugar fantástico en la sierra del Cóndor, en plena selva ecuatoriana. Por ser de clima tropical, la fauna que se desarrolla allí es impactante. Recuerdo el susto que nos pegamos cuando nos cruzamos con tarántulas gigantescas de más de diez centímetros de diámetro. En un momento, Armstrong y yo nos quedamos como paralizados al verlas. Pero el secreto era no tocarlas ni espantarlas..."
Lo desconocido ha obsesionado al hombre desde tiempos inmemoriales. La superficie terrestre ya casi no encierra secretos; se sigue explorando el universo y aún no se han aclarado todos los misterios que guardan los mares y los océanos. La ciencia no dudó al afirmar que 1856 fue trascendental para las investigaciones antropológicas. Ese año fue descubierto en una gruta de conformación calcárea, en el Valle de Neander, cerca de Düsseldorf, Alemania, el esqueleto de un hombre presumiblemente antediluviano: el Hombre de Neanderthal. El hallazgo de la Cueva de Neanderthal, si bien no fue el primero de su tipo, sirvió para iniciar, la era de la búsqueda de huellas prehumanas, además de conducir a la investigación del pasado de las razas. Y abrió paso, también,  a la idea de la existencia de un primitivo hombre de las cavernas. "Desde su aparición en la Tierra -explica Goyén Aguado- , el hombre reemplazó la falta de conocimiento con imaginación. Lo que ignoraba era temido y por eso nacieron los mitos como posible  explicación o revelación".  "El mundo subterráneo era pavoroso para él.  Así surgió el Tártaro, un profundo abismo habitado por monstruos ciegos,  deformes y tristes.  En la distribución del mundo que la mitología hizo entre los dioses, a Neptuno, junto con el poder sobre la aguas, le correspondió el universo secreto de las simas". "Vulcano, cojo y deforme, poseía sus fraguas en el ceno de los volcanes. Los Titanes fueron desterrados a las tinieblas por su maldad. Polifemo fue pensado como un cíclope malvado que vivía en una gruta cuando se apoderó de Ulises. Y para los nórdicos, en los abismos subterráneos vivían los enanos forjadores del metal, los gnomos, espíritus funestos para el hombre”.
A diferencia de lo que ocurre en otros países, la espeleología no tiene base académica en la Argentina. No es una carrera universitaria. "Por eso, cada vez que iniciamos una expedición, la planificamos con biólogos, paleontólogos, arqueólogos. Nosotros somos algo así como los primeros exploradores, los que abrimos las puertas para, luego, facilitar el trabajo de los científicos. En realidad, nos necesitamos unos a otros." Saltos de agua y lagos subterráneos; sifones, simas y abismos de profundidades desconocidas; columnas, velos y estalactitas que a veces acarician las estalagmitas; salas de cincuenta metros de alto y galerías interminables, algunas de ellas de hasta cien kilómetros de recorrido. Temperaturas estacionadas entre 4 y 7 grados. Humedad. Silencio. Y oscuridad. En ese mundo se mueven, a veces como topos, a veces como pájaros, los espeleólogos.  "¿Qué siento? Una paz formidable -dice Goyén Aguado-. No hay agresión. Es como estar suspendido en el tiempo. Es como volver al vientre de la madre. Como dicen en el Norte, reencontrarse con la Madre Tierra, con la Pachamama."
La vocación de Goyén Aguado nació como una obsesión literaria alrededor de una novela de Julio Verne
  Investigan. Encuentran muchas respuestas, pero las preguntas nunca se terminan. ¿Cuánto falta por conocer todavía de ese mundo increíble y complejo de las sombras, modelado desde los orígenes mismos del planeta? "Hay mucho por ver en el reino de las tinieblas, en eso que nosotros llamamos el sexto continente", resume el explorador, atrincherado en su vieja oficina de un primer piso de la Avenida de Mayo al 600, repleta de papeles y mapas, de fotografías, carpetas y libros que van del suelo al techo.                                                                                                                                     



                  

2 comentarios:

  1. ME APASIONA ESTA LECTURA, VOY REVIVIENDO ENSEÑANZAS DE MI PADRE EN MI NIÑEZ, ENRIQUSIENDOME. CON EL MATERIAL GRACIAS.

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